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viernes, 24 de octubre de 2014

Montaña

Incrustada sobre el mundo te condueles de tu sombra
Llorando ríos  y cascadas una veces de alegría , otras de congoja
Y Sobre tu soledad  te alzas peinando el cielo,
Floreciendo reverdecida con los olores frescos de la fe.

Cada día un reto nuevo rompiendo el viento,
Exhalando a bocanada llena la vida y su poder,
Contexto azul y verde que día a día
Embiste la aérea sal de ultramar.

La montaña es madre y padre también,
De hijos ingratos que la devoran sin piedad,
La despellejan y la desangran
Comiendo sus entrañas.

La montaña no cabe en la cien
De hijos tan raros que solo oyen la ciudad,
La celebra y la empuñan
Rompiendo sus palabras.

Recostada sobre el mundo te condueles del que implora
Cerrando el frío y la hojarasca unas veces con la risa , otras con zozobra,
Y sobre tu orfandad te arrastras por el suelo
Recogiendo envilecida los perdones sueltos de la sed.

Cada día un lecho viejo combatiendo el reto,
Esperando ofuscada ciegas rimas sin su haber,
Pretexto siempre inerte que día a día,
Compite con la marea gris de la dolorosa verdad.


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