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sábado, 21 de noviembre de 2009

Vivir un poco o mucho nunca es condición de uno,
La inmortalidad divina de cada día
Solo se interrumpe por la llegada intempestiva de la muerte.
¿Y si no me he reído?
O peor aun
¿Y si no He sufrido?
Porque nada como el dolor para recordarnos de que estamos hechos.
Nada como las angustias para acelerar el corazón,
puntualizando cada uno de sus latidos,
como el ritmo de un viejo himno, de esos que se vuelven
en el trasfondo imperceptible de cada sueño,
porque al final solo queremos que ellos,
sean las manos gentiles que esculpan nuestro destino.

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